LA PARADOJA DE LA ELECCIÓN

David es rockero de corazón. En pocos días tiene su primer concierto importante en una famosa sala de la capital. Nada podría ser más emocionante que eso para él. Excepto una cosa: paredes cubiertas de relucientes bellezas mientras el expositor de pedales de efectos susurra promesas de sonidos que no son de este mundo. Pronto, el eco de una lejana tormenta de truenos llama su atención al acercarse a los amplificadores de válvulas. Épico ¿verdad? Entrar en una tienda de música con una tarjeta sin límite de saldo y ver cómo cuelgan el cartel de «sin existencias» al salir ¿Qué puede haber mejor?

Dejemos la exageración atrás. David entra en una tienda de guitarras. Tras coger unas cuerdas y otros accesorios que necesita para el concierto, es el momento de pagar.

«¿Necesitas algo más?». Le pregunta el dependiente.

«Bueno, en realidad necesitaría tantas cosas», contesta David mientras mira a su alrededor con los ojos de un padre de familia que ha perdido su trabajo en Navidad.

Esta es una situación común en tiendas de todo el mundo. David no es una persona en particular, pero representa a muchas. Es sorprendente saber que gran parte de esos guitarristas de ojos tristes tienen incluso más equipo que Jimi Hendrix durante sus días de gloria.

¿Es posible que hayamos desarrollado un estado de ansiedad sin límite abrumados por tantas opciones? Siempre parece que hay una opción mejor esperándonos, pero ¿es posible que estemos dando a los objetos más valor del que merecen? Necesitamos saber cómo afrontar estos tiempos de abundancia de equipo (y de todo). He tenido en mente esta idea durante mucho tiempo y fue al ver la charla de Barry Schwartz en TedTalk cuando comencé a articular estas palabras.

Al considerar todas las combinaciones de equipo disponibles pueden darse los siguientes casos:

Parálisis por análisis: Tienes un presupuesto limitado y quieres gastar tu dinero de la manera más sabia posible. Al enfrentarte a tantas opciones, tomar una decisión se vuelve una tarea difícil. Visitas tiendas y te vuelves loco leyendo opiniones en revistas y foros. Una vez que superas las dudas, tomas una decisión que en poco tiempo puede convertirse en…

Arrepentimiento: Grandes expectativas y muchas opciones hacen que dudes de tu elección. Tal vez hables con alguien o leas algo sobre la guitarra que has elegido. De repente, no es tan perfecta como imaginabas. Comienzas a encontrarle inconvenientes y a compararla con otras opciones disponibles. Esperabas que la guitarra aportase un cambio significativo a tu sonido y forma de tocar. Empiezas a lamentar la decisión que tomaste, incluso si fue buena.

La compra orgiástica: El dinero no es problema, así que tienes varias guitarras —una para esto, otra para aquello. También compras diferentes amplificadores y pedales. De pronto, te encuentras preguntándote qué guitarra suena mejor, con qué amplificador y con qué pedal de overdrive. Si utilizas varios pedales y un cableado complejo el asunto puede volverse demencial. Tienes tantas combinaciones a tu disposición que necesitarás bastantes horas escuchando concentrado para determinar cuál es la mejor para ti. También es posible que no tengas una idea clara de lo que buscas. Comienzas a cambiar pastillas. Vendes, cambias y compras equipo. Estás embarcado en una aventura sin fin.

Al enfrentarnos a tantas opciones, corremos el riesgo de desarrollar síntomas como:

GAS —o síndrome de la adquisición de equipo, confusión, decepción o aburrimiento; o lo que es peor, todos ellos a la vez. Con el tiempo, la música pasa a un segundo plano. En próximas publicaciones, veremos algunas ideas que te ayudarán a evitar esos síntomas y escoger tu equipo sabiamente.

Voy a parodiar una frase de una viñeta cómica que Barry Schwartz utilizó en su charla y que creo ilustra bien estas ideas: un guitarrista está a las puertas del infierno y Satanás está haciéndole unas preguntas antes de que entre «…y ahora, para toda la eternidad, Strato, Tele o Les Paul». Para muchos, esta sería una pregunta endemoniada.

Autor: Raúl Rodríguez